La navaja de Ockham

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Pensamiento.- ¿¡Eh, que crees que vas a hacer!?
Ockahm.- Vengo simplemente a ayudarte, querido Pensamiento, aunque no me conozcas.
Pensamiento.- ¿Y quién eres tú?
Ockham.- Nadie, un simple monje. Me llaman Guillermo, Guillermo de Ockham
Pensamiento.- ¿Y qué es eso que llevas ahí, que reluce de manera tan tétrica?
Ockham.- Nada, una simple navaja.
Pensamiento.- ¿¡Una simple navaja, un simple monje que viene simplemente a ayudarme!? No quiero ser simplista, pero ¿cómo vas a hacerlo?
Ockahm.- Simplificándote, así de simple…
Pensamiento.- ¡Ah!, ¿así que un señor monje cree que yo, el Pensamiento Humano, soy demasiado… exuberante, digamos?
Ockham.- No te ofendas, no eres tú, sino la soberbia de los hombres. Todo lo que tú necesitas es, digamos, una limpieza.
Pensamiento.- ¿Con una navaja? ¿¡Me piensas dejar pelado y mondado!?
Ockham.- Solo voy a quitarte las tonterías que te han ido acumulando. Me lo agradecerás.
Pensamiento.- ¿Crees que soy un viejo chocheante? ¿Qué tipo de tonterías dices?
Ochkam.- Por ejemplo, todas las explicaciones grandilocuentes sobre el origen del mundo, las almas y los espíritus… En fin, todo eso de lo que hablamos por no estar callados.
Pensamiento.- ¡Vaya!
Ockham.- Mi lema es: “no multiplicar los entes más de lo necesario”. Mira, por ejemplo esa verruga que tienes ahí…
Pensamiento.- ¡Ay!
Ockham.- Tenía una pinta fea, y te estaba creciendo. ¿A ver? Lo que pensaba: tumor metafísico en estado cuatro. A la basura. ¡Mira, ahí tienes otro!
Pensamiento.- ¡Ah! Pero ¿eso no era mi oreja?
Ockham.- Puede ser. Pero, total, para oír tonterías…
Pensamiento.- ¡Oye, para, para! ¿Por qué no te cortas tú lo que yo te diga?
Ockham.- ¿Es que no me ves? ¡Soy pobre, vivo con muy poco!
Pensamiento.- Me parece muy bien, y serías un buen ministro de economía, pero en nada que te deje, me dejas en nada.
Ockahm.- ¡Como quieras! Sigue cargando con todo ese lastre.
Pensamiento.- ¿No ves lo que disfrutan los filósofos conmigo?
Ockham.- ¡Sí, sí! Dando vueltas al mismo castillo. ¡Con lo feliz que vive uno en una humilde casita en el desierto!
Pensamiento.- ¡Tú lo ves todo muy simple!
Ockham.- Cuando te arrepientas, aquí estaré, afilando la navaja.


El monje franciscano de fines de la edad Media, Guillermo de Ockham, creía que muchas de las teorías filosóficas, especialmente las metafísicas, son más bien juegos verbales que construyen los seres humanos, queriendo explicar lo que no pueden explicar.

Decía que hay que suponer el menor número de cosas posibles, que basten para explicar lo que vemos. Todo lo demás, es objeto de la fe. A ese principio se le conoce como “navaja de Ockham”. Es el principio metodológico de economía. Ockham predicaba también éticamente la simpleza de vida, y fue muy crítico con la riqueza de la Iglesia y los papas.

Ockham ejerció una gran influencia en el nacimiento de la Edad Moderna, tanto en las ciencias como en la religiosidad: Lutero fue un admirador suyo, y como él defendió que la razón no debía entrometerse en cuestiones de fe.

Sin embargo, los filósofos no han dejado de elaborar teorías metafísicas como las que Ockham rechazaba, y se puede decir, como escribió el filósofo americano del siglo XX Quine, que la barba de Platón ha mellado varias veces la navaja de Ockham.

¿Qué crees: deberíamos abstenernos de especular sobre lo que supera nuestra experiencia natural? ¿Hasta dónde deberíamos usar la navaja de Ockham?

Guión: Juan Antonio Negrete. Actores: Jonathan González y Víctor Bermúdez.  Voces: Inmaculada Morillo y Chus García. Producción: Antonio Blázquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original y dirección: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.




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