Descartes y la Duda

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[Suena viento fuerte y ondear de telas. Invierno. Descartes tirita adormilado en su tienda de campaña y frente a su famosa estufa]

Duda.- Shhh. Shhh. Descartes. (Despertándolo)
RD.- (Despertándose. Con tono y voz de adormilado) Eh. Mmm. ¿Quién es?
D.- (Con ingenuidad) Soy yo... la duda.
RD.- (Todavía dormido) ¿Eh? ¿La quién?
D.- La duda
RD.- (Confundiéndola con una prostituta) Eh. No, no. Esta noche no me apetece.
D.- (Contundente, en voz alta): ¡La duda, la du-da!
R.- Ah, perdona. (Ingenuo) ¿Y qué quieres?
D.- Pues despertarte, melón, de tu engañoso sueño.
R.- (Entre dormido y extrañado) ¿De qué?
D.- (Desesperada) ¡Buf!
R.- Perdona, chica. Pero estoy todavía dormido.
D.- Tú lo has dicho.
R.- ¿El qué?
D.- ¿Cómo sabes que no sigues dormido y estás soñando conmigo?
R.- ¿Por qué te veo y te oigo?
D.- También ves y oyes en los sueños. ¿Cómo sabes que no estás en uno de ellos?
R.- Pues... no lo sé.
D.- Muy bien. Por eso estoy yo aquí.
R.- (Despistado) ¿Eras?
D.- ¡¡La duda, la duda!!
R.- Ya. Últimamente no te me vas de los pensamientos, y por lo que veo, tampoco de los sueños.
D.- A ver. Eres filósofo. Quién si no tú se amancebaría conmigo en lugar de espantarme a manotadas o a rezos.
R.- Cierto. (Desanimado) Pero no acabamos de llegar a nada tú y yo.
D.- ¿Cómo que a nada? ¿Sabes lo que es un purgante?
R.- Claro.
D.- Pues eso soy yo, un purgante filosófico. Te vacío de todo lo que no has asimilado y estorba tu entendimiento.
R. - (Ironía) ¡Qué distinción la tuya!
D.- Bueno. ¿Has aprendido a distinguir ya la vigilia del sueño?
R.- No mucho. Pero he descubierto un lugar al que no puedes seguirme....
D.- (irónica, burlona) ¿Ah sí?
R.- ¡Sí! Ya sueñe o esté despierto las verdades matemáticas son... indudables. Un círculo jamás podrá tener ángulos. Y... todos los puntos de su circunferencia guardarán la misma distancia con respecto al centro... Y, según mi geometría analítica...
D.- (Interrumpe con aplausos en tono sarcástico) ¡Brillante!... ¿Te hable de mi primo?
R.- ¿Qué primo? ¿Un número?
D.- No. (Disfrutando, perversa) Mi primo... El genio... Maligno.
R.- (Tras pensarlo un momento) ¡Oh, no!
D.- ¡Oh, sí! ¡¡No puedes descartar esa hipótesis, por muy Descartes que seas!!
R.- Eso. Fustígame otra vez.
D.- Te estoy espantando la fantasía, querido. No puedes descartar que un genio maligno te esté engañando haciéndote creer esas razones matemáticas que dices que se me resisten. ¡A mi!
R.- (Tras pensarlo. Con desesperación) ¿¡Y qué me queda, entonces!?
D.- (Tierna, seductora) Te quedo yo, sin duda... ¡Poseeme del todo. Y quizás desveles todo lo que velo...
R. - (Lúcido, melancólico)... Ya. Qué solo a tí te tengo. Y que solo por tí soy.
D.- (Ansiosa) ¡¡Dímelo otra vez!!
R.- (Condescendiente, con paciencia) Pieeenso, luego existo.
D.- (Gozosa) Ah. Y ahora en latín.
R.- ¡Basta ya! ¡No podemos seguir así!
D.- ¿Qué mejor filosófica pareja que la de tu voluntad insomne y mi purgante de certezas?
R.- ¡Pero no podemos encerrarnos así, el uno en el otro! ¡He de reconstruir el mundo! ¡Entender el significado de este sueño!
D.- Hazlo conmigo.
R.- ¿Contigo?
D.- No encontrarás nada más fertil que yo, la duda.
R.- No sé.
D.- (Excitada) Oh, así. Ven... René... Despierta mañana conmigo...


En obras como el Discurso del método o las Meditaciones metafísicas, el filósofo frances del XVII Renato Descartes expone el proceso intelectual que lo llevó desde una concepción ingenua y acrítica de la realidad a una perspectiva filosófica que muchos consideran radicalmente novedosa y el origen mismo del pensamiento moderno.

El método filosófico, según Descartes, consiste en dudar metódicamente de todo aquello que no podamos experimentar como evidente, hasta hallar, así, alguna certeza innegable desde la cual podamos edificar un nuevo edificio explicativo de la totalidad de lo real.

Según Descartes, ni la existencia objetiva el mundo material, ni la presunta objetividad de las matemáticas están a salvo de la duda. ¿Cómo sabemos que el mundo que vemos no es un sueño? ¿O que las verdades matemáticas no son el engaño que un maléfico genio ha introducido en nuestra mente?

Tan solo hay una cosa, dice Descartes, de la que no podemos dudar, y es del hecho mismo de que dudamos. Dudar de este hecho supone, a la vez, confirmar su certeza indubitable.

Ahora bien, como es alguien quien necesariamente tiene que dudar, he aquí – piensa Descartes – la demostración de la propia existencia. Dudo, pienso, sueño... luego existo. Esta idea, por la que el sujeto se entiende como la primera y más fundamental certeza, representa, típicamente, el momento inaugural de la filosofía moderna.

¿Qué piensas tú? ¿Hay algo de lo que puedas, realmente, estar seguro?

Guión: Víctor Bermúdez . Actores:  Jonathan González, Inma Morillo. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blázquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.





1 comentario:

  1. ___Excelente diálogo entre Descartes y La Duda...realmente muy ocurrente. Amigos...los felicito de verdad. Sois unos genios. Un fraterno abrazo desde Argentina.

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